 El botellero y compra hierros de mi tiempo, de niño, me compraba por centavos lo inservible y empujaba una vieja carretilla de madera donde, como en ataúd, arrumaba aquellos cadáveres de cosas: calderos desfondados, tapas de alumno, ollas aporreadas, hierros de lo que fue una ventana, pedazos de frenos para caballos, bisagras aun prendidas a un marco, cucharas de bronce imperial dobladas, sables, machetes, macocos y rulas oxidadas, romanas con las que alguna vez se pesó el algodón de la bonanza, los restos de un peso pata de gallo de alguna tienda que la mataron los fiaos, los mofles y muelles de los primeros vehículos que se comió la desmemoria, tornillos con los que se forjó la máquina del tiempo, sartenes y peroles que perdieron indignamente el alboroto que antes hacían en las cocinas, una antigüedad que fue ornamento caro de una mesa de centro en los tiempos de la prosperidad, platos de peltre “descarchados”, llaves de candados equivocados y equivocados candados de llaves equivocadas; igual que diarios con noticias de guerra y fenecimiento… todo esto junto con botellas y más botellas que buscaron el silencio de la muerte en la basura, no lejos de guardar aún en el fondo del alma,una gota de vida, una gota de algo. El barrio era toda una vivaz animación cuando el botellero de mi infancia, convoz chillona, apareciendo por la esquina, del mástil de su carretilla colgabael globo verde de la verde esperanza. El globo rojo de las rojas las pasiones . El globo amarillo de las amarillas flores de primavera. El globo celeste, del celeste cielo lleno de nubes. El globo blanco como blancas quisieran ser las almas…Y el globo morado como de color morado es el misterio de algunas vidas…Y yoque, con los chirimbolos de la pobreza en las manos, lo esperaba dichoso porque mi alma de niño, tenía prisa de una golosina… El botellero de mi infancia, luego de recorrer todo el día por las polvorientas calles del pueblo, se llevaba en su carretilla llena trastos, de cachivaches ychirimbolos, el tesoro culto e histórico que uno nunca dio a las cosas viejas,tirándolas con un riguroso y radical “ya no ser”…pero que él, a lo mago callejero, quitándoles la herrumbre y la muerte con el grito milagrosos de estas cinco palabras: ¡Compro fierros viejos, flejes, botellas, diarios!…Resucitaba… Caminaba lento el botellero de mi infancia; como dándome tiempo a encontrar en los basureros del barrio, cosas viejas, cosas viejas nunca usadas porque sus dueños murieron siendo dueños de tantas cosas que no se llevaron…Y jamás, jamás volverían por ellas… Las ventanas con asomadas caras arrugadas, al grito de la calle:¡Compro fierros viejos , flejes, botellas, diarios!… también vieron pasar al botellero de mi infancia y fueron hasta el fondo de los baúles, olorosos a naftalina para así cambiarle a este, por coloridosalgodones de azúcar, lejanos recuerdos de nostálgicas medallas, de amores idosque ahora, no siendo amores si no un sufrir, ya no daban consuelo al corazón… No le servía de nada al botellero de mi infancia, vestirse de inmaculado blanco como un santo; vestía de eterno oxido de pie a cabeza como un hombre de hojalata, con pantalón y camisa color oxido de muerte, de muerte para el hierro. Botellero de mi infancia, campana de lo inverosímil que abría puertas más que cerraba, a cambio de chirimbolos por caramelos… …Cuanto compraba el botellero de mi infancia, era viejo en el misterio y el azar de una alquimia que le ganaba a la muerte para, en el prodigio de Dios, volverlo todo nuevo…Pero un día, un día se fue el botellero de mi infancia llevándose en sus pies el polvo de los caminos del mundo, llevándose en el mástil de su carretilla el arco iris de sus globos multicolores…Y se perdió el botellero de mi infancia, en los confines de una senda sin retorno, llevándose el sonido enardecido de su extraña e insólita campana aglutinadora de bulliciosos niños, llevándose en la medalla de la abuelael recuerdo de un viejo amor ya muerto y, en el trueque de su ultima olla aporreada, el almizcle y el vapor de un guiso apetecido y que,con el grito milagroso de estas cinco palabras: ¡Compro fierros viejos, flejes, botellas, diarios!…desde entonces tendría otro destino… |