Estimado Benito. Hace mucho que no sé nada de ti. El otro día hablé con Clarín, me dijo que ya no frecuentabas el Ateneo. Y que tampoco acudías a la Tertulia Canaria. Aquí lo estamos pasando mal. La pandemia azota a toda a Europa y, a pesar, de que disponemos de vacuna, el virus se extiende como la pólvora. Hace un par de meses, Estados Unidos celebró sus elecciones presidenciales. A las mismas se presentó un señor llamado Trump y otro llamado Biden. Me acordé de ti. Me acordé de cuando denunciabas los pucherazos en las elecciones de Madrid. Y me acordé, querido Benito, porque la democracia más avanzada del mundo se parece, y mucho, a la que aparece en tus novelas. Se parece más de lo que crees. La gente comparte las envidias y celos del ayer. España, me duele. Me duele, Benito, porque a mi alrededor solo veo enfrentamientos. Solo veo dimes y diretes. Y muchas contradicciones. Lo sé. Sé que tú fuiste de derechas y acabaste en la izquierda. Fuiste muy contradictorio. Y en ello, te pareces a Unamuno.
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