
Los árboles significan mucho para nuestra especie. Los motivos pueden que estén relacionados con aquellos antepasados nuestros que vivieron en ellos. O quizás, la admiración que provoca un ser vivo que no huye, que permanece en un lugar a partir del cual comienza a multiplicarse. Pero lo más importante es la capacidad que tienen para generar oxígeno, un árbol medio de copa ancha y aproximadamente de quince metros de altura puede producir tres millones de litros de oxígeno anuales. En la urbanización Fuensanguínea, en la zona que linda con el monte, hace unos años el IES Huerta Alta realizó una plantación de árboles autóctonos. Un verano hostil acabó con más del noventa y cinco por ciento de los árboles plantados. Esto me llevó a pensar, que cuando las cosas se pierden hay que buscarlas donde se extraviaron. Así que, ese otoño, recogí semillas de encina y algarrobo del lugar, y en unos recipientes logré sacar un número significativo de plantones. Después del segundo año, junto a vecinos de todas las edades, principalmente sobrinos, hijos y nietos, abrimos los antiguos hoyos y volvimos a plantar algarrobos y encinas. Cuando llegó el verano se regaron cada quince días, y semanalmente cuando la temperatura era excesiva. En la actualidad la supervivencia de los árboles nuevos es del cien por cien. Hay vecinos que comienzan a hacerse eco de la experiencia ofreciéndonos acebuches y algarrobos con más de dos savias, ¡bien venidos sean!. El mundo es un lugar muy inseguro y debemos mejorarlo principalmente para aquellos que deben pasar una larga temporada en él. Por último, me gustaría hacerme eco de las palabras de un hombre sabio, Martin Luther King: - “Aunque mañana fuera a morir, no dejaría hoy de plantar un árbol”.