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Viajera | Cuentos y relatos globales. 24.12.17 | | Escribe; Walter E. Pimienta Jiménez.- Entre el mundo y la viajera no hay distancias insalvables ni idiomas que establezcan la diferencia. Sentada en forma rebelde sobre sus maletas en espera del tren de las tres de la tarde, solo ella entiende su realidad humana: hará escala en alguna parte y luego continuará su peregrinar sin fronteras porque los países, las naciones, las ciudades, los pueblos, le son propios permaneciendo vigente en cada sitio. Los bodegueros del tren, los maquinistas, los acuarelistas de la estación, los olmos, las encinas, los sembrados, las ovejas, las casas lejanas de las praderas, conocen a la viajera a través del delineado transparente de la ventanilla del vagón número seis que enmarca cuidadosamente su definido rostro. La viajera viaja porque para ella no hay mal tiempo ni amarras ni cadenas en la carrilera…viajar, siempre viajar es lo suyo rehaciéndose en cada nacionalidad y en cada idioma; renovándose en todos los pueblos, bastándose a sí misma de zapatillas, botas, abrigos, sombreros y de… hilo, botones y aguja por si acaso… | Tiene la viajera un particular amor por la libertad no revolucionaria sino de sutileza y pensamiento, ello hace parte del reconcentrado sentido universalista de su tiempo…Dónde vivir no es su contrariedad, le preocupa más carecer de un diccionario porque la lengua inglesa es tan rara y la española tiene tantos sinónimos… Posee también su gracia la viajera y enardecen por sí sola y con su presencia las estaciones…Conoce la riqueza y la pobreza de todos los países y. como si fuese un oráculo, se le consulta por el estado del clima en Nueva York. Y por ser ciudadana del mundo, acapara miradas que no la desvanecen y a las que sobrevive con una sonrisa carmesí, con un cálido ¡hola! O un agitar de mano que es el idioma más completo y entendible del universo.
La viajera sabe de la antigua Roma que, todos los caminos conducen a ella y por eso no pregunta cómo hacer para llegar a esta y entonces la encuentra perdurable en la antigüedad como un signo que no se extingue a pesar de lo que le hiciera Nerón; de Grecia opina que allí todos son sabios y filósofos y por tanto sus habitantes no dicen todo lo que piensan, pero siempre piensan todo lo que dicen."; de España, que no se comprende sin corridas de toro y sin el Real Madrid… y de París, testimonio clásico de la literatura, sentencia con voz de erudita que allí, en absoluto, todo mundo quiere ser un actor y nadie se contenta con ser espectador… y entonces ríe del odio y el miedo que en Francia, sin diferencia de clases, concitó la guillotina.
Supe por Macedonio, el vendedor de boletos en la estación, que la viajera se llama María, igual puede llamarse Rosa, Carmen, Isabel… la viajera, más que llamarse como se llama, es una manera de pensar con muchos rasgos propios de esa persona que asimila cualquier medio social y que hace de las estaciones de tren los escenarios donde segura de sí, se sabe creadora de una atmosfera alucinante y puede decirse de ella que caminando por la calle, intranquilizaría hasta la miliciana marcha del ejército más combatiente cuyos soldados ahora no quisieran ir a la guerra sino a ponerse a cultivar flores para su belleza y elegancia irreformable, puesta en sus ojos color miel, en su cabello rubio, en sus labios frescos como la mañana, en su estilo y en su cuerpo que no tiene nada que corregírsele porque todo lo tiene en su sitio, deja comentarios de admiración por donde pasa… Es por ello que ahora volteo a mirarla al precio que fuera…
En éxodo constante, de la viajera no se sabe si viene o va…porque marcada por su destino igual, presente como un redoble constante, al soplo vaporoso del aroma de jardín que exhala, hoy creo que va para Berlín…Le preguntaré a Macedonio…
Walter E. Pimienta Jiménez |
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