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XVII edición del Festival de Cine de Málaga
Carmina y Amén
| Víctor Frías. 23.03.14 | |  Carmina vuelve a ocupar la pantalla mientras yo la observo rodeado de espectadores predispuestos a la risa. Sin embargo, su primera escena se corresponde con el llanto y con lágrimas duras. Sigo observando hasta que llega la primera risa y el público la emite satisfecho porque ha llegado el momento que esperaba. No esperan otra cosa, yo tampoco espero nada nuevo. Veo como una vez más Carmina se convierte en líder de su familia sin que nadie cuestione sus decisiones. ¿Es cuestionable que uno oculte la muerte de su esposo durante dos días para poder cobrar la paga extra? Seguramente lo sea, tanto como su credibilidad. Pero a nadie le importa esa idea, ni a mí tampoco. Llevar la realidad al absurdo aclara las ideas y los mensajes. | A veces, mientras veo la película tengo la sensación de que se está convirtiendo en una especie de Torrente enfatizando los aspectos más groseros de la personalidad de Carmina para provocar la risa, tratando de que sea más un personaje que se interpreta que la persona real ante las cámaras. Otras veces pienso que, desde el chiste político, desde el esperpento del absurdo, Carmina se rebela contra nuestra sociedad y la pone en evidencia. Entonces me río porque la absurda es nuestra sociedad. Y conmigo, se ríen el resto de espectadores; a veces incluso cuando no toca.
Pronto intuyo que Carmina no va a convertirse en el nuevo Torrente español, que nunca será una saga inagotable. Quizá sea lo mejor. Antes de que esa idea se confirme me divierto con los diálogos absurdos que Carmina protagoniza con sus vecinas, personajes que encajan a la perfección con el retrato de mundo absurdo que contemplo.
Y sí, la intuición se confirma y Carmina se despide. Lo hace como siempre, tomando las riendas, provocando la risa, convirtiendo momentos tristes en instantes divertidos. Salgo del teatro con las neuronas entretenidas y con las inexistentes expectativas con las que entré cubiertas tal y como esperaba. Misma risa, mismo humor absurdo, el mismo buen rato pasado. Quizá tan sólo eso, pero aunque uno necesita de algo más para recordar una película y para querer verla una vez más, no niego que con Carmina he pasado buenos ratos. Adiós Carmina, no se si tu Paco se arrepentirá. |
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