Salió en la noche, al resplandor de la luna, a orarse a pensarse a ensoñar despierto y antes de prender un cigarrillo tropezó, y se le cayó el mundo junto al pitillo a los pies.
Cuando cabizbajo, la mirada
hacia el suelo dirigió esparcida entre pensamientos desgarrados su alma tirada encontró; abatida, descarnada, y entre barrotes alcantarillados, suplicándole el alter ego, le pedía retornar a entornar áureamente su piel
Sacó fuerzas escondidas entre sus recónditos recuecos, y él así mismo se juró que ya no habría más escondrijos ni escombrijos que jamás ningún placer, dolor, ni dejadez, ni suerte a quien él otorgase su fe, despojaría ni resquebrajaría su ser
Reparó en orgullo, reparó su perdón. Reparó la conciencia y su corazón. Buscó principios, valores y razón. Y llegó el momento en que sin darse cuenta sintió su alma de nuevo arropada de su fuerza y valor y la ilusión entonces le prendió.
Ya divisa su alma blanca Su alma de siempre, su alma nueva Su alma calma La que disfruta del atardecer y anochecer pero que revive en cada amanecer.
Antonio Barba.- 23.02.2013
|