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Cada cosa en su sitio | Antonio Pino Fernandez. 16.01.10 | | Para que todos podamos sacar nuestras propias conclusiones y no haya la posibilidad de manipular las palabras de Monseñor Munilla, obispo de San Sebastian, en una entrevista en la cadena Ser. La frase en su contexto: El intercambio completo entre Gemma Nierga y José Ignacio Munilla es el siguiente: Pregunta: Quiero terminar, Monseñor, acordándonos juntos de la catástrofe de Haití, de tantos muertos, de tanta desgracia como ha dejado. Incluso esta mañana, en el programa de Radio María, algún oyente le preguntaba acerca de este tema, ¿verdad? Es decir, la perplejidad en que se sumen los católicos cuando se preguntan por qué Dios permite estas calamidades. | Respuesta: La verdad es que en Radio María las llamadas suelen entrar en directo, allí no hay filtro, y bueno, esa llamada ha respondido a una pregunta que todos llevamos dentro de nosotros: si existe Dios, por qué existe también el mal, ¿no? ¿Cómo es posible que los más inocentes?. Porque claro, somos conscientes de que a veces parece que el mal se ceba en los más inocentes y bueno, la respuesta que yo he dado la he referido también a Jesucristo. He querido recordar cómo Jesucristo fue el inocente, el justo de Dios, y sin embargo también fue injustamente perseguido e injustamente condenado a muerte. Y la respuesta que le he dado a ese oyente esta mañana ha sido la siguiente: que desde luego, si el mal tuviese la última palabra entiendo que sería incompatible con la existencia de Dios. Ahora bien, creemos firmemente que el mal no tiene la última palabra, creemos firmemente en que Dios nos ofrece una felicidad eterna y creo que existen males mayores, aunque parezca fuerte lo q ue voy a decir, existen males mayores que los que esos pobres de Haití están sufriendo estos días, ¿no? Yo he recordado esta mañana en Radio María ese momento del Evangelio en el que Jesús, cargando con la cruz, camino del Calvario, se encuentra con un grupo de mujeres que lloran por Jesús al verle atormentado y Jesús les dice: "No lloréis por mi, llorad por vosotras". Nosotros nos lamentamos mucho por los pobres de Haití, pero igual también deberíamos, además de poner nuestra solidaridad en ayudar a los pobres, nuestros medios económicos, etcétera, también deberíamos llorar por nosotros, por nuestra pobre situación espiritual, por nuestra concepción materialista de vida, ¿no? Quizás es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo, que el que esos inocentes también están sufriendo.
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